Las sílfides | Patricia Garma

El verano es un mango maduro palpitando en el patio.

Caminamos con el pelo lleno de cenizas por el incendio del sol, un último flamazo llega hasta las calles y hervimos desde el aliento como animales de arena.

Las mujeres huyen a las puertas de sus casas, se calcinan sus lenguas, en vano intentan apagarlas con el abanico de sándalo.

La gente muere a bocanadas por el vapor de las palabras en la maledicencia del verbo vespertino después de la novena. Algunas mujeres se conforman con mirar el mundo desde una mecedora.

Yo todavía creo en las sílfides, en las mujeres que habitan en el viento cuando giran las veletas. Vine del agua de una margarita de acero, mi abuela silbó y yo nací mientras regaban el naranjo del patio.

Todavía creo en las mujeres que flotan en el aire cuando caminan porque el vestido les queda demasiado largo, las hadas urbanas usan pantuflas y bata de casa.

Yo tenía un hada, caminaba con sandalias de flores marchitas, después de su muerte, todavía escucho crujir sus pisadas detrás de los árboles, como un Juan Preciado entrando al infierno con zapatos de huano.

Crea en la mujer niña y en la madre, en las Evas que nacen de las costillas de otras Evas, en la Eva Diosa, venus, ninfa o pájaro, en la ondina condenada a vivir en la humedad del pozo más profundo por nacer del agua y en las mujeres que cuando ven el mar, regresan al vientre de su madre en una ola.

Hay mujeres pájaro, que cuando ven su lecho vacío, saben agitar las sábanas en el aire para borrar los nombres y los rostros, para ver si también ellas pueden volar con alas de trapo.


Algunas veces me acuerdo de la mujer sirena, de la Alfonsina entrando al mar dormida en la caracola. Yo vine de la lluvia ácida del diluvio callejero, no soy ni ondina, ni ninfa, ni sirena.

Alguna vez vi quemarse una luciérnaga y me convertí en sílfide , en la mujer cometa de papel enredada en rascacielos, en los mausoleos citadinos, pero también cometa madre que arrastra un niño por el viento como si el hilo fuera un cordón umbilical interminable, hilo que es la asta de la bandera de un hombre, para ser su patria, su tierra madre o su amante, pero al fin y al cabo, para estar más cerca de la tormenta y del trueno que del paraíso.

Creo en las mujeres que alguna vez amaron sin saberse diosas y ahora son mortales, sirenas de dos piernas o pájaros con las alas rotas, vulnerables al viento y a las aguas.

No olvido a las mujeres que cuando mueren, dejan su olor en los cajones, su desorden en el eterno equilibrio del silencio, inamovible, inviolable, dejan su mirada en el fondo de las tazas del café par volverse inmortales, para mirar a la gente mientras bebe y sentirse menos solas.

Cuando he intentado olvidarlas, la presencia de una esfera flotante me lo impide, me recuerda que la primera mujer , la sílfide más antigua, fue la luna.

Esta narración poética fue publicada en el suplemento cultural El juglar del extinto Diario del Sureste; Número 461; Marzo 23 del año 2000. El ejemplar impreso pertenece a la hemeroteca de Ediciones Letras en Rebeldía «Isidro Yerves Mena». La transcripción fue realizada por Armando Pacheco como parte del proyecto de rescate de la bibliografía literaria de Yucatán. Esta transcripción se realiza sin fines de lucro y como promoción a la lectura.

Patricia Garma Montes de Oca (Mérida, Yucatán, 1973) Es escritora y periodista. Ha colaborado en diversos medios impresos y actualmente forma parte del Diario de Yucatán. Fue ganadora, en 1997, del primer lugar en el concurso estatal de poesía convocado por el Instituto de Cultura de Yucatán. En 2004, recibió una beca nacional de periodismo de la Fundación Prensa y Democracia México A.C. y la Universidad Iberoamericana. Ha participado en diversos talleres de poesía y narrativa y publicado en las revistas Navegaciones Zur del Centro Yucateco de Escritores (CYE); El Cuento (revista internacional fundada por Juan Rulfo), El Navegante y diversos suplementos, revistas electrónicas y gacetas culturales. Entre sus publicaciones figuran el cuento infantil El fin del mundo y diversas antologías, como Litoral del relámpago (Centro Yucateco de Escritores) y La otredad (Instituto de Cultura de Yucatán).

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